En borrador desde hace años, pero se puede dejar hoy mismo


El joven discípulo de un filósofo sabio llega a su casa y le dice:
-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…
-¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Las tres rejas? -preguntó su discípulo.
-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario…
-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces… -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

*Sacado del Rincón del Tibet

Probablemente de todos los sentimientos que hay, de todos esos que llamaron un día pecados capitales, con el que no puedo, el que peor llevo, y el que me saca de mis casillas es la envidia.

La envidia es la base de muchas cosas malas. Es un anhelo de querer algo que tiene el otro y tú no. En lugar de alegrarte por esa persona lo que piensa un envidioso es por qué él o ella no. No lo soporto. Hay una envidia camuflada llamada «envidia sana»  la cual tampoco comparto, porque no creo que sea sano o insano un sentimiento, una manzana puede ser sana, o saludable. Una emoción es una emoción, positiva o negativa, e incluso eso es discutible porque según algunos expertos en el tema todas las emociones son positivas ya que nos aportan algo para el crecimiento personal. Es verdad que no sé si la envidia como tal es una emoción o es una consecuencia de varias emociones. No sé mucho al respecto.

Lo que sí sé es que se ve cada día, en los comentarios de la gente, en las actitudes, en las miradas, en los gestos. Los envidiosos se alegran por fuera pero por dentro les reconcome. Te sonríen sin ganas o te aplauden pero en su interior no dejan de pensar algún insulto o algún mal deseo.

A veces llegan a ser subrealistas, porque envidian cosas que en un principio ni se plantearon, pero por el hecho de que otra persona lo tenga, lo sea, o le vaya bien, directamente se convierte en deseo propio. Son como niños pequeños, inmaduros, esperando a que te tropieces para ser el primero que esté ahí grabando su imagen en la retina y autocomplacerse viéndola una y otra vez.

tengo que decir...

en estos años…

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